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Rusia no repite los errores de Brasil

El sorteo de la Copa del Mundo se celebrará el 1 de diciembre en el Kremlin.

Rusia encara la recta final de los preparativos para el Mundial de fútbol con la lección bien aprendida de los errores cometidos por Brasil, con cinco estadios ya listos y siete que se acabarán a finales de año.


"Estamos preparados o casi preparados. Tenemos experiencia en la organización de dos Juegos Olímpicos (Moscú 1980 y Sochi 2014), así que no creo que haya ningún problema para organizar el Mundial", comentó a Efe Nikolái Písarev, entrenador ruso y antiguo jugador del Mérida español.


El Luzhnikí, que acogerá el partido inaugural y la final del Mundial el 15 de julio de 2018, ha sido el último en retirar el cartel de cerrado por obras y será inaugurado en noviembre próximo por la Argentina de Messi.


Conservó la histórica fachada del estadio olímpico, retiró la pista de atletismo y aumentó su aforo hasta los 81.000 espectadores, tres mil más que cuando acogió en 2008 la final de la Liga de Campeones entre Manchester United y Chelsea. 


Otros cuatro estadios -San Petersburgo, Spartak Moscú, Kazán y Sochi- ya demostraron en la pasada Copa Confederaciones que pueden acoger partidos internacionales.


El jefe del comité organizador, Alexéi Sorokin, no dudó en calificar dicho torneo ganado por Alemania como un "éxito", tanto a nivel deportivo, como organizativo. (Le puede interesar también: Paraguay, Uruguay y Argentina serán candidatura conjunta para Mundial 2030)


Con vistas al Mundial, Rusia espera recibir un millón de aficionados extranjeros, a lo que se sumarían un millón y medio de hinchas rusos, con la duda del impacto de las tensiones diplomáticas entre Rusia y Occidente en el flujo de visitantes.


Como pudo comprobar la prensa internacional durante la gira organizada por la FIFA por las ciudades sede, el estadio del enclave de Kaliningrado, encajado entre Polonia y Lituania, también va muy avanzado y podría ser inaugurado en marzo.


En Yekaterimburgo, la ciudad más oriental del torneo, ya ha sido instalado el césped, al igual que en Nizhni Nóvgorod, que acogerá uno de los cuartos de final, y en Rostov, escenario de una de las eliminatorias de octavos.


Las altas temperaturas veraniegas es el motivo por el que Volgogrado, la antigua Stalingrado, y, en menor medida, Saransk, la ciudad más pequeña del torneo, aún no se han decidido por plantar la hierba.


La mancha negra es la industrial Samara, que será escenario de uno de los cuartos de final y que, por lo visto, va muy retrasada con respecto a los plazos previstos, ya que ni siquiera ha sido retirada aún la estructura metálica que sostiene el techo del estadio.


Las autoridades se escudaron en las nuevas exigencias de la FIFA, factores climáticos y la complejidad del proyecto, pero la prensa habla directamente de negligencia.


"No todos los estadios pueden ir al mismo ritmo. Unos van más retrasados y otros más adelantados", explicó Sorokin, quien aseguró que los problemas serán solucionados en breve y se mostró "convencido" de que las obras concluirán a tiempo. 


A esto se suma los problemas de transporte, ya que, a diferencia de otras ciudades, el aeropuerto está lejos de la ciudad.


La mayoría de las ciudades han construido nuevos aeropuertos o renovados los ya existentes, a lo que se suma en el caso de San Petersburgo, Nizhni Nóvgorod o Kazán el tendido de estaciones de metro en las inmediaciones de los estadios.


El plazo límite para la inauguración de los estadios es mayo, ya que la FIFA quiere que acojan varios partidos de liga rusa o amistosos antes del Mundial y, de hecho, el 9 de mayo de 2018 la final de la Copa de Rusia se celebrará en Volgogrado.


El nexo de unión del Mundial es el río Volga que baña varias de las ciudades mundialistas y permitirá a los aficionados desplazarse en barco para asistir a los diferentes partidos.


Como en todos los Mundiales o Juegos Olímpicos, el legado de Rusia 2018 es una de las principales preocupaciones de los organizaciones, pero se trata de una intriga que no se resolverá hasta que concluya el torneo.


Algunos estadios, como Yekaterimburgo y Saransk, reducirán su aforo hasta los 30.000 asientos, ya que sus equipos ni siquiera figuran en la máxima categoría del fútbol nacional.


Ciudades como Sochi ni siquiera tienen tradición futbolística y otros equipos como el Rotor de Volgogrado o el Krilie Sovétov de Samara intentan con muchas dificultades reverdecer viejos laureles.


En cambio, Sorokin mantiene que los nuevos estadios serán un espaldarazo para el desarrollo del fútbol, tanto profesional como aficionado, y los nuevos servicios atraerán un mayor número de consumidores, ya que las instalaciones incluirán restaurantes y zonas de ocio.


A partir de septiembre los aficionados podrán ya seguramente adquirir las entradas y solicitar los pasaportes de aficionado (Fan ID), una innovación que permite entrar en territorio ruso sin visado y que ya funcionó exitosamente en la Copa Confederaciones.
 

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