Así tituló una columna el periodista español Antonio Lorca del Diario El País y que aquí reproducimos en su integridad, por su interés para los aficionados y la fiesta en general.
Antena 2
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El autor del titular de este texto es un aficionado taurino y usuario tuitero que se hace llamar Domingo López Ortega, nombre original del desaparecido maestro de Borox, Domingo Ortega.
Hace unos pocos días, sorprendía en las redes sociales con esta pregunta que encierra una bomba de relojería en el mundo de los toros. Unas pocas palabras que servirían para poner patas arriba el escalafón, motivar a los aficionados y volver como un calcetín la aburrida y desesperante tauromaquia del siglo XXI.
En otras circunstancias, un mensaje de twiter de estas características hubiera provocado una encendida polémica, pero no ha sido así. No más de 13 retuits y 38 ‘me gusta’ es el pobre balance de su paso por las redes sociales. Es la consecuencia de una tauromaquia anestesiada y una afición desalentada. ¡Da igual quién toree, qué más da…! Todos los toreros son iguales, se anuncian con las mismas ganaderías, hacen idénticas faenas; no se les distingue, son aburridos… Quizá, por eso, -aunque no solo por esa razón- la fiesta de los toros no interesa lo suficiente; quizá, sea esa la causa por la que muchos aficionados han desertado; quizá, sea uno de los motivos principales de la actual crisis taurina.
Volvamos a la pregunta tuitera: ¿Imaginan a Roca Rey y Ginés Marín lidiando toros de todos los encastes? Es más: ¿Imaginan que un grupo selecto y representativo de los toreros emergentes decidiera rebelarse contra el sistema y liderara un cambio radical de las muy antiguas, inamovibles e inservibles estructuras taurinas que están propiciando la erradicación del espectáculo taurino?
No hay colectivo más rancio y conservador que el de los jóvenes toreros modernos
No hay colectivo más rancio y conservador que el de los jóvenes toreros modernos. Pero no por su culpa, por dios, sino porque se amamantan desde niños a los pechos de personajes prehistóricosos, ajenos casi todos al siglo XXI, que piensan y actúan como nuestros abuelos, y jamás se plantean que la tauromaquia se encuentra ante la dramática disyuntiva de su inmediata actualización o su inevitable muetre.
Un torero emergente de hoy, -uno con serias posibilidades de ser figura-, solo estudia una asignatura al margen de la técnica ante el toro: ser un día como sus mayores, hacer el paseíllo con ellos, refugiarse en hierros ganaderos fiables (más nobles y cómodos, se entiende), y estar presente en las principales ferias, aunque los cosos no se llenen. Y se acabó.