El panorama de
América de Cali hoy es muy nublado. El equipo se encuentra en la
segunda categoría del fútbol colombiano, tiene deudas que sumadas rondan los
20 mil millones de pesos y aún el equipo se encuentra inmerso en la
Lista Clinton, en la que ya completa más de
16 años como residente.
Pero
25 años atrás la historia era muy diferente en las
toldas rojas.
Colombia entera estaba pegada a sus televisores, mirando el que en ese momento podría ser el primer título continental para el país -
recordemos que fue sólo hasta 1989 que con el Atlético Nacional, un equipo cafetero se alzó con el máximo trofeo del balompié suramericano-.
América de Cali ya era un equipo muy reconocido a nivel internacional pues en las dos versiones inmediatamente anteriores de la
Copa Libertadores (1985 y 1986) había logrado el subcampeonato, por lo que los demás
equipos del continente lo veían como un equipo sólido en todas sus líneas y
un rival a temer. En aquella época se disputaban dos fases de grupos antes de que se disputara la final.
América cabalgó ambas rondas siendo primero en los grupos que compitió. Fue así que los
“Diablos Rojos” brillaron a lo largo de la competencia y se consagraron como finalistas de la
versión número 27 del máximo torneo de clubes de Suramérica.
Su rival en la finalísima sería el imponente
Peñarol de Uruguay, equipo uruguayo que ya tenía a cuestas cuatro títulos continentales y además era el primer campeón de ese torneo. La final estaría pactada a
juegos de ida y vuelta, en caso de empate en triunfos, se disputaría un tercer encuentro en terreno neutral a manera de desempate.
En 1987 este fue el caso, pues en el partido de ida, jugado en el
Pascual Guerrero de Cali, América ganó 2-0, mientras que en el encuentro de vuelta en el
Estadio Centenario de la capital uruguaya el triunfo fue para los “Aurinegros” 2-1.
El tercer encuentro se disputó en el
Estadio Nacional de Santiago de Chile.
América y Peñarol entraron a la cancha con la firme intención de dejarlo todo para llevar
el trofeo a sus vitrinas. Durante
119 minutos de juego no se abrió el marcador, resultado que le servía a
los caleños para asegurarse
su primer título internacional, pero cuando restaban apenas unos segundos para que el juez centran
Hernán Silva (Chile) decretara el final del partido y el triunfo escarlata, el pie del jugador charrúa
Diego Aguirre acalló todas las voces rojas y le arrebató el título una vez más al
América de Cali.
Muchos le echan la culpa a la famosa
"Maldición del Garabato", otros aseguran que existió un complot contra
América para que no fuera campeón ese año, y muchos más aseguran creen que la suerte no acompañó al equipo.
Hoy por hoy la historia es muy diferente a la de hace 25 años, pues
los problemas económicos, administrativos y deportivos han hecho que
América tenga que luchar por regresar a la primera división del
fútbol colombiano y a esquivar los obstáculos que amenazan con
hacerlo desaparecer.