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Sergio García besa la Ryder Cup y celebra junto a Paul Casey.
Sergio García besa la Ryder Cup y celebra junto a Paul Casey el triunfo europeo en París en 2018.
Agencia AFP

El renacer de un bocazas

Sergio Garcia, un golfista que vive de tropezón en tropezón para siempre levantarse.

Sergio García siempre ha estado presionado. Desde chico cuando se hizo profesional, porque se hizo profesional siendo un niño, con 19 años, se le comparaba con el gran Severiano Ballesteros y ha traído desde entonces sobre sus espaldas el peso de hacer tanto o más que el icónico jugador.

‘El Niño’ le dijeron y así se quedó hasta hoy - a sus 38 años- el español de Castellón, una provincia de no mas de 600 mil habitantes al otro extremo del país, cerca de un mar distinto al que vió a Ballesteros formarse, en Cantabria. En 1999, mientras daba una entrevista - de las muchas que le tocaron a su llegada al PGA Tour- recordaba a Seve y hablaba de la presión que había sobre él y con el ímpetu de los jóvenes -y más el de los jóvenes triunfadores- decía que a él eso no le pesaba, que se concentraba en el juego. No más.

Sin embargo a lo largo de su vida su juego ha reflejado las presiones. Y cuando no es el juego, es en sus comentarios; sus repuestas a la prensa. Un bocazas como se diría en ese delicioso menú de palabras rebuscadas, desparpajados vocablos y un sin fin de refranes que es hablar cotidiano de los españoles.

Al propio Seve le respondió a través de la prensa cuando no pudo asistir a un torneo al que él lo invitaba en 2002: “si hubiera un clon de Sergio, sería capaz de jugar en todas partes y todas las semanas, pero desgraciadamente sólo hay un Sergio García".

Quien lo creyera, hace 20 días, antes de pasar a la historia como el jugador con más puntos en la Ryder Cup, por encima de Nick Faldo, le dijo a un periodista que le preguntaba sobre qué le diría a los aficionados para que vieran el torneo: “que lo vean; y si no quieren que no lo vean”, para luego darle la espalda a la cámara. Aunque no era para menos, su estado de ánimo era entendible, pues 2018 hasta ese momento no había dibujado un buen año para Sergio. Es más, fue llamado al equipo europeo contra todo pronóstico y acto seguido un aguacero críticas contra el capitán Thomas Bjorn por convocarlo.

Había fallado ocho cortes en 20 torneos disputados, entre ellos los cuatro grandes, a pesar de que en 2017 se había coronado como el rey de Augusta, tras 20 años de carrera sin lograr un major; otra de esas grandes presiones que debía llevar sobre su lomo cada vez que se acercaba un grande. Este año también fue la primera vez en su carrera que se quedó por fuera de los los play off de la FedexCup. 

Tal mal iba y tanta presión tenia esta temporada que en pleno Player Championship, tras un golpe, una voz joven (tal vez un niño) que emergía del público le gritó “buena bola Sergio” a lo que él, nada impávido y en buen castellano, le respondió: "¿Buena bola? ¿Pero te quieres callar de una puta vez ya? ¡Va al agua, joder!”. Una vez terminó su ronda debió salir a disculparse en las redes sociales y asegurar que nunca hablaría así a un niño, como para no dejar sombra de duda que si necesitase decírselo de nuevo a un aficionado adulto, sí lo haría.

 

Y está a acostumbrado a disculparse porque varias veces ha tenido que hacerlo. Una de las célebres disculpas fue cuando tuvo que aclarar en 2013 que no era racista, luego de otra de sus célebres frases. Al finalizar un torneo en el circuito europeo, un periodista del periódico británico The Guardian le preguntó que si invitaría a cenar a Tiger Woods (ah, porque es de los muy pocos que no se confiesa admirador de Tiger, sino todo lo contrario) y respondió: “sí lo invitaría todas la noches y serviremos pollo frito”. La expresión en Estados Unidos alude a que los negros no saben comer bien y sólo comen pollo frito. Obvio hubo revuelo, disculpas, inclusive ante las directivas del PGA Tour y el Tour Europeo, y el disgusto de uno de los mas grandes en la historia del golf.

Pero ese mismo año volvió a cargar contra Tiger cuando se le indagó sobre que sentía al tener que jugar la ronda al lado del californiano. “No voy a mentir, Tiger no es el golfista favorito para jugar ni el más simpático del circuito. No disfrutamos estando juntos. No hay que ser ingeniero aeronáutico para darse cuenta”.

Pero cuando vienen los triunfos y se quita la presión al niño se le ve así, como su apodo: tierno, feliz, abierto. En el Masters de 2010 dijo al final de la tercera ronda “hoy me he dado cuenta de que no sirvo para ganar un grande”, pero cuando lo ganó en 2017 advirtió que su mejor Sergio estaba por llegar y que su meta era ganar más grand slam.

Un mes antes de esta Ryder Cup mencionó que no estaba seguro si ya estaba perdiendo las ganas de jugar al golf, pero tras su llamado al equipo europeo expresó que estaba feliz, ansioso y dispuesto a darlo todo. Al final así fue y no solo le entregó una nueva copa a Europa, sino que firmó en oro su nombre en los libros de la historia del golf.

Así es Sergio, un bocazas que renace cada vez que se siente perdido y a quien los nervios le juegan no pocas malas pasadas. No por nada es de los muy pocos jugadores que no hace jornadas de bolas largas antes de una ronda en un torneo ¿porqué? por que si pega una buena o una mala va a comenzar el juego pensando en qué hizo bien y qué hizo mal y no soporta esa presión. En cambio, si no ha pegado ninguna, la primera en el tee de salida será la mejor pegada hasta el momento. Así de sencillo.

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Antena 2
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